sábado, 12 de septiembre de 2020

Dolor

 Es raro porque hay pocas cosas que me hagan conectar con mi cuerpo; este envase en el que vine al mundo tiene muchos dolores, de espalda, de pies, de cuello, a veces, cuando me angustio, de pecho, pero por alguna razón, el único que me hace conectar realmente con lo que me está pasando es el de la guatita, no puedo entender por qué pero es el que me paraliza y me hace pensar, ok, qué habré hecho mal.

Quizás el hecho de que es el único que me bloquea de hacer cosas que necesito hacer para sobrevivir, como comer, o incluso dormir. Pero que me mantiene alerta, y que me hace sentir una especie de incertidumbre que quizás se relacione con que lo que dejo dentro de mí es lo que hace daño.

Llevo un par de meses yendo al psicólogo y poniéndole nombre a las cosas que me pasan, por ejemplo, cuando dejo de sentir mis manos, o pies, como si se desconectaran de mi cuerpo. Eso es trauma, me explicó el psicólogo que pasa porque mi cuerpo se quiere proteger y quiere sobrevivir, entonces lleva toda la sangre a mi corazón, para resguardarlo, y las extremidades quedan solas. Pero la verdad, es que siento que mi cuerpo no es bueno protegiendo a mi corazón (claramente mi historial lo demuestra), por eso quizás me duele la guata, porque lo que está protegiendo realmente es a mi estómago, lo que dejo o no dejo entrar a mi cuerpo.

Si mi cabeza funcionara así, estoy segura de que sería mucho más sana, el problema es que no sé qué "comí", quizás cuando era muy chica, que hizo que finalmente el que me duela sea el cerebro, pero para protegerse a sí mismo, lo desvía a la guata. No sé si lo que digo tiene sentido, pero es lo único que logro comprender realmente. Quería decirlo porque no sé, hace poco recordé que cuando decía las cosas de esta manera, escribiéndolas, digo, me sentía un poco mejor.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Luna

Se quedó pegado mirando la Luna de nuevo. Era lo mismo todas las noches, excepto cuando llovía. Esperaba a que le empezara a doler el cuello y entraba a casa con una sonrisa en la cara. Llani lo miraba todos los días desde la ventana, mientras él miraba la Luna. No sabía cómo se llamaba ese tierno viejito que repetía todos los días la misma rutina en la calle vacía, a eso de las cuatro de la mañana.

Llani tenía perfectamente claro que no debía estar despierto a esa hora, pero la curiosidad siempre puede más. Todo empezó cuando le vino una de las peores gripes que, en su corta vida, pudo recordar. No pudo dormir una noche entera y conoció unilateralmente al viejito. La duda lo había mantenido pendiente por ya casi tres meses, pero esa noche había decidido averiguar de qué se trataba todo ese asunto.

Al día siguiente, se mantuvo pendiente para ir a encontrarlo cuando fuera a comprar el pan, a eso de las cinco de la tarde. Lo persiguió como una cuadra; la gente grande tiene las piernas más largas, por lo que tuvo que correr para alcanzarlo antes de que pasara de la esquina de la que su madre le permitía salir solo.

- Disculpe señor-, gritó. El viejito sonrió al verlo correr tan desesperadamente y decidió esperar a que lo alcanzara.

- Hola chiquito, ¿qué sucede?- Preguntó inmediatamente.

- Me llamo Llani, vivo al frente de su casa.

- Que nombre tan peculiar - dijo el viejito. Llani puso la misma sonrisa que había acostumbrado poner cada vez que alguien le hacía comentarios de ese tipo. -¿En qué te puedo ayudar?

- Es que quería saber por qué todas las noches usted sale a mirar la luna. –Dijo el pequeño sin preocuparse de lo que el viejito podía pensar respecto de la idea de ser observado constantemente por un niño pequeño. – No entiendo por qué lo hace, pero necesito saber. Es urgente.

- Necesitas saber... - Rió el viejito. –Bueno, si ese es el caso, estoy obligado a contestarte. Lo cierto es que me quedo mirando la luna, porque una vez me dijeron que es ahí donde se van los objetos perdidos cuando son olvidados.

- ¿Y quién le dijo eso? A mí me enseñaron que a la Luna se va la gente mala…

- Bueno, a mí me lo dijeron muchas personas. Y déjame preguntarte algo, ¿Crees que la Luna es hermosa?

- Si po, lo creo; es grande, brillante y está en el cielo, lo cual es lejos lo más bonito que existe.

- Entonces, ¿No crees que es un lugar demasiado hermoso como para que esté lleno de gente mala? A mí me dijeron que a la Luna van los objetos perdidos que son olvidados, porque es una forma de darles una nueva oportunidad.

- Pero entonces ¿por qué la mira tanto? ¿Tiene un objeto perdido por ahí?

- Eso es lo que creo en realidad.

- Pero, disculpe que le diga, no tendría sentido que mirara a la Luna todas las noches solo porque se le perdió algo. Usted mismo lo dijo; a la Luna llegan los objetos perdidos que son olvidados, y si usted sale a mirar todas las noches, es porque claramente no ha olvidado eso que perdió. A lo mejor podría buscarlo en algún otro lugar, pero no en la Luna.

- Nunca lo había pensado de esa forma, lo más probable es que tengas razón Llani. ¿Cuántos años tienes?

- Once

- Eres bastante inteligente para tu edad. –Dijo el viejito acariciándole la cabeza. Llani puso la sonrisa que siempre ponía cuando la gente le decía ese tipo de cosas y luego suspiró.

- Bueno, pensé que miraba a la Luna porque había descubierto una forma de comunicarse con ella. Pero bueno. Al menos ahora sé dónde se van las cosas que pierdo y olvido. Lástima que ya olvidé todas esas cosas que perdí y que ahora están en la Luna. Sino podría soñar con ir a visitarlas alguna vez.

- Sólo porque no recuerdes algo, no quiere decir que no puedas visitarlo. O tal vez esperar que ese algo te visite.

- Caballero, ahí si que no entiendo a qué se refiere. Solo tengo once años. No exagere mi inteligencia, porque mi profesora le dijo a mi mamá que si hacía eso me iba a convertir en un niño ingreído. Que es muy común en los niños que no tienen hermanos, como yo.


- Bueno, espero que nunca te pongas ingreído, eres un chico muy divertido. Tengo que ir a comprar. Vuelve a tu casa antes de que tu mamá empiece a dudar de tu inteligencia.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Cuando era niña, era inteligente

Nos hablaron una vez cuando niños,
cuando la vida se muestra entera,
que el futuro, que cuando grandes,
ahí murieron ya los momentos,
sembraron así su semilla
y tuvimos miedo, temblamos,
y en ésto se nos fue la vida. 

 Recuerdo que cuando niña mi imaginación volaba demasiado, tanto que a veces escuchaba voces raras que en realidad no decían nada (no, no era esquizofrenia... ...) eran como "La", o "Co"... como sílabas incompletas que quizás eran producto de sonidos raros que salían de mi casa de madera en Valdivia, constantemente azotada por fuertes vientos, y el trak trak trak de la lluvia en el techo. Una vez casi me desmayo, porque creí haber encontrado el sentido de la vida en estas sílabas sueltas que escuchaba en la casa "Quizás, todas estas cosas forman una frase, y cuando juntas todas las sílabas de la frase, descubres algo muy importante, como un secreto, y mueres". Bueno, no lo dije tan así, era chica, probablemente lo pensé de una forma que solo yo entendí en ese entonces (probablemente aún no sabía lo que era una sílaba, o una frase, pero entendía sus implicaciones).

Dándole vueltas a eso ahora (cuando pasa mi cumpleaños siempre pienso en mi niñez), me doy cuenta de que quizás no estaba tan loca. Hace poco leí un artículo, en algún lugar, que decía que cuando somos niños, usamos una porción más grande de nuestro cerebro, es como cuando te regalan un computador nuevo, el primer día te la pasas llenándolo de las cosas que le quieres instalar, navegador, archivos, música, palabras, y un fondo de pantalla bonito, pero luego, cuando el computador ya es parte de tu vida, solo te dedicas a recorrer sus mapas por encimita no más. Es lo mismo, cuano niños tenemos un mundo por descubrir, lo llenamos con cosas, música, archivos, un fondo de pantalla, y el cerebro está mucho más atento a los estímulos, entonces puede que mis locas ideas de niña, no estaban tan mal.

Quizás efectivamente morimos después de descubrir el secreto de la vida. Tal vez cuando algo en nuestro cuerpo falla, efectivamente desarrollamos otros sentidos. Desde que tuve mi pequeño accidente que me dejó con movilidad un poco reducida, he tenido tiempo para recorrer las calles con mas lentitud, y descubrir detalles ocultos, me da el tiempo para pensar más, recordar más cosas, siento que volví un poco a ser niña, borré los spams de mi cabeza, las cookies inservibles (ok, ya me quedé pegada con la metáfora del computador), y todas esas cosas que tienen nombres raros y que no sirven de nada, creo que he aprendido cosas nuevas, lo cual es siempre maravilloso.

¿Por qué perdimos esa capacidad de asombro? No debería ser así, ¿o soy la única a la que le sorprende de sobremanera el hecho de que los árboles vayan cambiando a medida que avanzan las estaciones del año? ¿O que la naturaleza es el ser más sabio que existe? ¿O que somos un mínimo e ínfimo punto en el universo? Quizás descubrí el secreto de la vida, y no tengo la capacidad de epxlicar lo que es... tal vez es una alucinación provocada por meses de analgésicos.

sábado, 18 de mayo de 2013

Casa

Creo que no hay ningún momento más mágico que aquél cuando se entra a la casa de una persona especial por primera vez. Todo es nuevo, y explorable, es como un mundo que se abre ante tus ojos; un espacio que la otra persona decidió abrirte. Es como si dejaran que miraras a través de sus ventanitas la cotidianeidad de los años pasados y presentes tal vez.

Yo aún recuerdo la primera vez que fui a su casa, y vi su pieza, y pensé "Es este el lugar donde tantas veces lo imaginé sentado, con un computador sobre sus piernas, y tal vez una guitarra por ahí cerca que de pronto soltaba unas notas que el oído humano no podía percibir, pero que para su mente era una llamada, como cuando una mascota le pide a su dueño alimento."

Yo estaba acostumbrada a estar en casas que siempre están repletas de fotos... Las de mi familia son así. Tenemos el trauma por tener todo retratado. Incluso mi tío, que vive en una pieza tiene fotos, y en la peluquería donde trabaja, la sonrisa de mi prima saluda a todos los visitantes. Sacamos fotos y las ponemos, y las cambiamos, y las adornamos con marcos bonitos, y hasta el día de hoy gastamos plata en imprimirlas y ponerlas ahi, para que la gente las vea. Para que se queden en la memoria de quien sea, pero que no desaparezcan. Pero cuando entré a su casa no vi ninguna foto, a simple vista -. Igual mi vista es bien mala, entonces no sé si a segunda vista (o quizás simplemente a una vista mejor) podría haber encontrado una que otra escondida por ahí.- Me pareció fascinante. Por un lado, porque quizás en su familia todos tienen buena memoria, y no olvidan. No como la mía, que se nos olvida todo. Por el otro, porque yo no lo olvido, mi memoria se queda.

El aroma de su casa, se parecía demasiado al de mi casa de la infancia, claro que el aroma de la mía a demás tenía el ingrediente de la leña crepitante en la estufa, y el sonido de la lluvia en el techo. En su casa no habían muchos sonidos. Eso me gustó.

Recuerdo cuando él entró a mi casa por primera vez. Después de que sentí que él jamás iba a querer respirar el mismo aire que yo, lo ví ahí adentro, y pensé que era el efecto de alguna droga que tomé sin querer. Sus ojos se detenían en cada pequeño objeto de mi casa (y hay muchos), y claramente en las fotos que le dan la bienvenida a quien entra, e invaden indiscretamente el espacio personal del invitado, ubicadas al centro de la mesa, con miradas penetrantes. No pude descifrar qué estaba pensando mientras miraba esos objetos. Ni qué opinaba de las paredes, o de las ventanas, o del techo con madera al aire. No supe qué pasaba por su cabeza cuando me vio caminar cómodamente en un espacio tan abierto, y tan cerrado a la vez. Me pregunto si él supo inmediatamente lo que yo sentí cuando entré a su casa. O si le achuntó, si es que trató de adivinar.

Probablemente no supo que dentro de esa casa, vi dar vueltas a su "yo" del pasado, y me di cuenta de que volaba mucho más libre que su "yo" del presente. Y deseé ser parte de su "yo" del futuro. Y si cada uno por dentro es una casa. La mía está llena de cosas que acarreo por mi genética, y que no me gusta acarrear, estoy llena de fotos, porque tengo mala memoria, y porque selecciono las sonrisas que quiero llevar conmigo. Y me da miedo, convertirlo en una de esas sonrisas. Y que deje de ser lo que es. Oh, esperen. Ya lo hice, sin querer. Espero que algún día me perdone. Pero mientras me siento a mirar la foto comprendo que, bien en el fondo, jamás lo hará. Tal vez efectivamente es mi aire, tal vez por eso no lo quería respirar. Por suerte aún puedo sacarlo de la foto. Sí, ese es un buen plan.

sábado, 19 de enero de 2013

Ella tenía un zapatito de cristal

Siempre es la misma historia. Me cuenta sobre aquella vez que me puse a jugar con sus adornos de cristal. Uno de ellos tenía la forma de un zapato. Me cuenta que tomé el zapato de cristal en mis manos, y lo miré detenidamente, yo aún no sabía ni hablar, o eso me dice ella. Lo analicé por mucho rato, y después de varios minutos, llevé la figurita a mi pie y lo comparé con el zapato que yo llevaba puesto. Ella me dijo que desde ese día supo que yo iba a ser la única inteligente de los primos. Por mas que le digo que de hecho, soy de las peores, no me cree. Dice que yo soy su favorita, aunque sea incorrecto decir que tiene una favorita, pero siempre habla de que yo estuve ahí siempre para ella. Y se acuerda del zapato de cristal. Rara vez recuerda más cosas sobre mí, para ella soy la niña que reconoció el zapato de cristal, y se lo puso en el pie.

La quedé mirando, preguntándome en qué momento la perdí.
- ¿Se matriculó este año, para entrar a la Universidad? Usted es tan inteligente... cuando era chica, yo tenía un zapato de cristal, y usted lo recogió y se lo puso en el pie.
- Abuela, tengo 21 años. Ya entré hace rato.
- ¿21? ¿Desde cuándo? - Me dijo, y la tristeza se asomó en sus ojos.
- Desde mi cumpleaños.
- Ah... ¿Y su mamá? ¿Está pololeando?
- No, ella está sola, igual que yo.
- ¿Y cómo está su otra abuelita? Siempre me acuerdo de ella, la Elsa sonreía todo el rato...
- Mi abuela murió, hace 4 años, ¿se acuerda?
- ¿Cómo? ¿Y por qué no me avisaron?
- Si le dijimos, fuimos al funeral juntas, ¿se acuerda?
- Ah, si, si. ¿Y su mamita quedó solita con tanta pena? ¿O encontró pololo?
- No, ella está sola.
- Usted está triste. Algo le pasó. ¿No quedó matriculada en la Universidad que quería? ¿Cómo le fue en la PSU?... usted cuando chica era tan inteligente... yo tenía un zapato de cristal y...
-Si, estoy triste abuelita, pero no por la PSU...
- ¿Qué le pasó? ¿Su otra abuelita sigue muy enferma?
- No, Tata, lo que pasa es que su hijo piensa que soy una mala mujer.
- ¿Mi hijo? ¿Cuál de mis tres pequeños? El mas chiquitito se le inflamó la cabeza porque lo picaron los zancudos. ¿Lo viste?
- No, ese no, el del medio. Está enojado conmigo. Me dijo cosas muy feas. Y tengo pena.
- Señorita, no tenga pena... yo me acuerdo que cuando el Labrín se fué y me dejó sola, también tenía mucha pena. Pero después se me pasó. Y bueno, él tiene otra mujer, ¿Tú la conoces?
- Si, pero es fea y facha.
- Me gusta conversar con usted señorita, se parece a mi nieta que es tan inteligente...
- Ah, si, conozco a su nieta, no es inteligente, es re pava.

lunes, 13 de agosto de 2012

Duendes discuten



Encontré un diario de vida viejo en mis cajones, y re acomodé un pequeño texto que había escrito ahí. Año 2008.

Anoche, mientras mi cabeza buscaba excusas para no dormirse, escuché que dos duendes discutían entre sí. Me concentré mucho para no olvidar que los había oído, pero me esforcé tanto en eso que olvidé lo que decían. A veces pienso que todas las criaturas mágicas son así de caprichosas.

No es que sea malo... Me dio la impresión de que tú me hiciste algo parecido alguna vez, porque, por querer memorizar tus ojos y tu sonrisa, olvidé algunas otras cosas. Recuerda que tengo déficit atencional... no, no, no hables tan rápido, baja los decibeles... digo, la velocidad. No, no, los decibeles no los bajes que entonces no te puedo escuchar porque los duendes siguen discutiendo y no me dejan dormir tampoco, y seguir soñando contigo, y con todas esas cosas que luego no puedo recordar.

-¿Quieres aprender a volar?
- Me encantaría, pero dudo poder decírselo a alguien más, porque pensarán que eso me hace querer saltar de los balcones... A veces todo el mundo malinterpreta tanto las cosas. Me pregunto si lo hacen "de a veritas" o solo porque sienten que tienen que hacerlo.

No sé si eso lo escuché en el sueño o en la vida real, donde los duendes seguían peleando. O tal vez tu eras la vida real y los duendes el sueño. No importa. Porque de todas formas no logro recordar nada de cuando estoy medio dormida.

miércoles, 4 de julio de 2012

Quién sabe


El saber qué habría pasado si es que uno hubiese tomado otras decisiones siempre pica en la memoria. Incluso si remonto el pensamiento a aquellas fechas de mi niñez que apenas recuerdo. ¿Qué hubiese pasado si no hubiese matado tantos caracoles? No creo en el karma, pero tal vez, los caracoles no estarían conspirando contra mí en este momento.

Si hubiese tomado un camino en vez de otro. Si hubiese escogido el color negro frente al blanco. La contemplación en vez de la constante sonrisa en la cara. Quién sabe como serían las cosas. Yo no lo sé. A veces ni siquiera sé si es que si quiera quiero querer saberlo. Pero tal vez hay cosas que deben permanecer ocultas por ahora. Quizás en unos cuantos años más todo tendrá sentido, creeremos saber el final de esta historia, y entonces todo el proceso se verá en perspectiva, y será menos doloroso, porque lo veremos de lejos. Ahora nadie sabe nada, y probablemente deberíamos aprovechar este momento. No sé, quién sabe.

martes, 17 de abril de 2012

Norte


Uno de sus ojos era de vidrio, y repentinamente pegaba unos saltitos. La gente se lo quedaba mirando cuando se disponía a cerrar la tienda. Nadie sabía nunca por dónde se alejaba caminando, pero todos los días se desvanecía en un lugar diferente. Muchas veces salí persiguiéndolo, y una vez casi lo alcanzo; estoy casi segura de que desapareció entra las naranjas del puesto de frutas de las esquina. No era fácil distinguirlo con su traje gris y su mirada perdida. Nunca logré verle la cara, pero sí le vi el ojo de vidrio.

Sus manos arrugadas sostenían con dificultad las llaves de su local, al cual nadie nunca entraba. Lo abría todos los días a las 2 de la tarde, después de almuerzo. Las brújulas de la vitrina apuntaban al sur, algunas al este, pero ninguna al norte. Y de tanto seguir sus trayectorias ilusas terminé en un callejón sin salida.

Las agujas del reloj apuntan las 3 de la tarde con 3 minutos. Las agujas de la costurera de la esquina, miran el suelo, las de los doctores apuntan a la gente que hace filas interminables para evitar una gripe en invierno. Y las de esas brújulas quieren dirigirnos al sur. Quizás de tanto caminar hacia abajo llegaré hacia arriba, y podré preguntarme porqué arriba es arriba y abajo es abajo. Y si quizás se pudiese concebir que existe una forma de percibir las cosas que no tiene nada que ver con arriba y abajo. Tal vez el caballero del ojo de vidrio lo tiene todo resuelto. Por eso nunca mira ni las agujas del reloj, ni de las costureras ni las de los doctores. Ni siquiera sé si mirará las de sus brújulas, pero creo que nunca se pierde, porque quizás descubrió otro norte. Tal vez por eso su ojo da saltitos repentinos, como si un hilo lo tirase a algún norte en algún lugar.

viernes, 13 de enero de 2012

Al sur de Puerto Montt


Corrimos juntos muchas veces, pero no sabíamos que corríamos, ni podíamos vernos entre tanto pánico. Muchas veces caminábamos al mismo ritmo, y con el mismo pie, escuchando la misma canción en nuestros audífonos; todo al mismo tiempo, pero no lo supimos. De hecho, aún no lo sabemos, pero es divertido tratar de adivinar cosas que aún no suceden, para después reírse de las situaciones en el futuro. Y de todas las coincidencias que tuvieron que ocurrir para encontrarnos en un punto preciso... y ahí ya no puedo seguir adivinando mucho más.

En el futuro podré contar que todo empezó a muchos kilómetros de Santiago, por allá más al sur de Puerto Montt, un lugar al que probablemente nunca has ido. Tú aún no lo sabes, pero ahí comenzó todo. Yo aún no estoy segura de si alguna vez podré contar esa historia, quizás la oportunidad desaparezca, pero no quiero perderla, porque es una manera un poco intrigante de empezar a contar la historia. Sobre todo si ni tú ni yo estábamos presentes cuando sucedió.

Y el día que lo sepas, te reirás. Y dirás que no tiene ningún sentido que diga esto ahora, cuando no hay nada, pero es como aquél día al sur de Puerto Montt, donde tampoco había nada aún. Es que tengo fijaciones con pensar en cosas que probablemente nunca sucederán, y no sé por qué precisamente con ciertas personas. Pero después de analizarlo por varias semanas dije "Si, en algún punto algo... algo..." Olvídalo, no sé explicarlo. No tiene sentido, mejor me quedo callada.

martes, 3 de enero de 2012

Sólo lo cotidiano



Gracias a Joel :)

El elefante rosado sentado en el paradero de la micro le sonrió y a la chica pelirroja y le preguntó la hora. Dijo que se iba a juntar con su amigo el Oso Hormiguero a las tres, porque tenían que tomar el té, como todos los días. Igual a ella le pareció extraño que tomaran té tan temprano, y con ese calor, pero prefirió no preguntar, ya que quizás era más interesante no saber.

Cuando se abrió el cielo ya cayó al suelo la micro en la que se tenía que subir, se preguntó por qué el sonido de las puertas abriéndose había dejado de sorprenderla hace tantos años. Pero no había tiempo para deternse mucho, porque todo el mundo anda siempre tan apurado.

Uno de los caballeros de la fila de atrás, que tenía una nube gris y lluviosa sobre su cabeza le preguntó si es que tenía algún paraguas que le prestara. Era divertido, porque ella siempre salía con paraguas de la casa, por si acaso alguien se le ponía a llorar encima, pero ese día lo había dejado junto a la ventana, para que tomase aire.

A los pocos minutos, entró el obsesivo que siempre andaba cortando pelo. Se subía todos los días a distintas micros a cortarle el pelo a la gente. Su tijera era muy delgada y sonaba muy chistoso, pero no era divertido cuando se te acercaba y te cortaba el pelo por estar distraído. "Me dicen que después lo trafica, y lo vende en el Paseo Ahumado" (sí, Ahumado), le susurró una señora gorda a la otra, mientras el chofer ya tomaba la curva más terrible del mundo.

El vendedor de abrazos y suspiros enlatados se metió por la puerta de atrás y empezó a ofrecer sus servicios. Las señoras copuchentas compraron una docena entre las dos, y la chica pelirroja por un momento se sintió tentada en agarrar un besito pequeño que estaba colgando de uno de los sucios dedos del vendedor. Pero no, lo dejó ahí mejor. Después uno se hace adicto a esas cosas.

Y de la nada, apareció un caballero vistiendo gris, con unos audífonos conectados en sus orejas, de pronto se puso a chillar como loco porque había perdido dinero en una apuesta de esos caballos que corren mucho. La chica pelirroja y todo el resto de la micro lo miraron y quedaron pensando. "La gente puede llegar a ser muy rara".

viernes, 14 de octubre de 2011

... y lo que se rompe


¿Por qué será que todos los niños lloran cuando se rompe algo? Bueno, más lloran cuando es su culpa… A veces pienso que puede ser porque se les abre una grieta hacia el mundo real… un mundo donde las cosas desaparecen, nada es estable, y un mínimo descuido puede provocar que un objeto muy preciado se rompa en mil pedazos, mientras lo único que la persona puede hacer, es sentarse a mirar, y llorar sobre lo que ya no tiene arreglo.

Bueno, hay excepciones. Cuando era pequeña, Sofía dejó caer de sus manos una taza blanca con pequeñas flores rosaditas. Solo se rompió el asa de la taza, y lo volvieron a arreglar con “la gotita”. A veces esas cosas pasan, lo que sucede es que cuesta averiguar qué tan roto está lo que se rompió, porque da miedo mirarlo. El abrir los ojos y ver tu desastre es el último acto de valentía. Pero es necesario.

Aun así cuando un niño llora después de quebrar algo, los padres inmediatamente lo alejan de la escena… cuando yo rompía vasos, mis papás volvían mostrándome uno igual, para que yo creyera que era el mismo que se había sanado… pero cuando fueron pasando los años, uno ya no cree mucho en esas cosas.

Quizás la mayoría de los seres humanos se queda estancados en la etapa en que se rompen las cosas, se escucha el sonido, y se cierran los ojos. Es más fácil pensar en cómo salvar lo que queda, que realmente mirarlo.

domingo, 9 de mayo de 2010

Inmóvil

Inmóvil

Y caí en el sillón, para redactar esto en mi mente. Me reí de mi incapacidad de ser narrador omnisciente. Suspiré, y me resigné a tener que hablar de mí, porque olvidé un poco cómo meterme en los pensamientos de las demás personas. O de mis amigos imaginarios y mis personajes que andan por ahí repartidos, hacen cosas que no entiendo y parece que no quiero entender.

Sé que tengo que levantarme y buscar un vaso de agua porque mi garganta está seca de nuevo, pero estoy muy ocupada pensando en esto.

Hay flores encima de la mesa, flores frustradas. Ningún polen me puede dar mas alergia que el que tiene dramas de autoestima.

Mi respiración empieza a bajar las revoluciones y me doy cuenta de que me voy a quedar dormida. "No te duermas", pienso, pero los ojos se me cierran.

Mis amigos imaginarios se aparecen de la nada y hacen una fiesta de té mientras yo sigo al borde del abismo del sueño. Uno me ofrece una galleta, y cuando estiro mi mano para recibirla me doy cuenta de que se puso a llover dentro de la casa.

"Uy, me carga cuando pasa eso", digo justo antes de dormirme.

martes, 30 de marzo de 2010

Lo que sucede cuando no estás en tu casa

Lo que sucede cuando no estás en tu casa

Gracias, Desenterrado :)


- Y se volvió a ir con la cabeza gacha. -Dijo la puerta después de haber sido azotada contra la pared.
- No me gusta cuando está enojado. Siempre me termina derramando el café encima y me quema. -Dijo la mesa del comedor.
- Pero a tí no te golpea contra la pared cada vez que se va. Tienes suerte de no haber sido puerta.
- O piso.
- ¿A tí qué te hace? -Preguntó la puerta después de la intervención del piso. Con la mirada altiva, "No hay nada peor que lo que me hace a mí", pensaba.
- Bueno, a ustedes les toca cuando anda triste o desanimado, pero cuando está feliz y se pone a saltar de un lado a otro, es insoportable. A demás que tengo que aguantar a esa alfombra que me cae pésimo.
- ... Y te aprovechas que está en la tintorería. -Dijo la mesa riendo.
- Por supuesto, si llegara a escucharme...
- Ay, por favor, escúchense, todos se quejan de lo complicada que es su vida y nadie pensó en mí. -Dijo el refrigerador. -No me ha quitado el hielo en tres meses, en cualquier momento perderé la sensibilidad. Y siempre derrama la leche encima, porque no le gusta perder el tiempo cerrando bien la caja.
- A mi siempre me olvida. -Dijo el celular, justo cuando la puerta sintió un cosquilleo en su cerradura, y apareció él de nuevo. -Pero luego se acuerda y vuelve a buscarme. -Agregó el celular. -No hay nada peor que ser olvidado. Creo. Soy un celular, no sé mucho al respecto.
Él se lo echó al bolso y salió apurado de nuevo, dándole un golpe más suave a la puerta.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Él encontraba las cartas tiradas por ahí.

Él encontraba las cartas tiradas por ahí.

Cerró los ojos mientras la lluvia le caía encima. Siguió caminando por las calles vacías y chocó con un poste. Decidió que era mejor estar despierta si iba a caminar tan rápido.


Comía chocolates semi congelados para ver si asi los sonidos de realidad la traían de nuevo a este mundo, como si el crujido pudiese hacer algo por ella. Como si alguna vez realmente hubiese estado despierta.

Yo la miraba, desde mi escondite, cerca de los árboles del parque que todos llaman "peligroso". Ella sabía que yo estaba ahí, pero nunca había hecho nada al respecto, ni siquiera mirarme.

Yo sé que cuado escribe cartas serias a la gente, se preocupa de escribir las mayúsculas, porque cuando no es en serio, siempre las olvida. Y también olvida los tildes. Y en realidad no importa, porque cuando no habla en serio, todo lo que dice es demasiado fácil de entender, o al menos eso parece, porque todo lo que dice tiene un significado que va 'algo más allá'. Como si te contara su vida entre las mayúsculas que no escribe.

Es que ella no habla. Cuando tenía 13 años decidió tomar un voto de silencio (¿se dice así? ¿"tomar un voto de silencio"?), y ahora tiene 15, y sigue sin hablar, aunque toda su familia dice que falta poco para que empiece a hablar de nuevo.

Yo la sigo porque cuando la vi sentí como mariposas en el estómago. Mi mamá me dijo que era muy chico para sentirlo, pero no es como si hubiese inventado esa sensación, se apareció sola.

Mi mamá ahora se fue al cielo. Sé que en realidad el término es "se murió" y punto, pero como tengo 9 años, me dicen lo otro, como si eso cambiara el hecho de que ya no la puedo abrazar. No entiendo por qué la gente trata a los niños como estúpidos.

- Oye, ¿quieres un poco? -Me dijo ella, que de pronto se había quedado parada frente a mí. Por unos segundos me quedé pegado, sin saber qué decir, hasta que estiré mi mano y recibí el chocolate, para luego mostrarle mi sonrisa.

domingo, 31 de enero de 2010

Nubes

Hubo un tiempo en el que creí que las nubes eran alas perdidas... algo así como el lugar a donde van a parar cuando la gente se las corta. Las primeras alas que cortaron se volvieron locas al no tener alguien con quien volar y se elevaron hasta el cielo, y por eso lloran. Se parecen a los adultos; a la "gente grande" que se sienta y llora, y a veces se olvida de que se puede hacer algo al respecto.

A veces yo también me convierto en alguien adulto (en ese aspecto), pero luego, siempre encuentro el camino de vuelta a mi sillón, para ver las nubes del cielo. Las blancas y grises, ambas conviviendo en un eterno festín de rayos solares.

Por eso son tan mágicos los granizos y la nieve... cuando hace mucho mucho frío y no te queda otra opción que cultivar el calor interior, y entonces el hielo cae sobre tu cabeza como queriendo despertarte. Y es como si te estuviesen devolviendo tus alas.

Pero mucha gente no lo ve así, y quizás ni siquiera sea así. Pero yo creo que es así.
Marisopas

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