viernes, 26 de diciembre de 2008

A él le gusta jugar a las cartas.

Le gusta el sonido que hacen al doblarse y golpear la mesa cuando las reparte para sí mismo. Le gusta jugar solitario mientras sostiene a un pequeño cachorro entre sus brazos. Su casa huele a madera; un intenso olor a madera.
Como arrancada de lo profundo de un bosque que no se puede ver si no estás soñando. Esos con árboles gigantes que a veces caminan y te guiñan el ojo cuando estás perdido.

A él le gusta jugar cartas, a él le gusta ese olor.

Le gusta la sensación de mirar por la ventana y ver lo descontrolado que está el mundo mientras que su mayor preocupación es terminar el juego de solitario y poder empezar de nuevo.

Le gusta sentir que está vivo tomándose una taza de té y mirando a sus nietas correr por la casa, jugando con cintas invisibles que se amarran a sus pies y hacen siluetas de colores preciosas en el suelo.
Le gusta ver los cabellos reír mientras ellas hablan y corren. Corren y hablan.
Le gusta escucharlas respirar aceleradamente cuando se van a acostar encima del sillón al final del día.
Le gusta pellizcarse la nariz y poner gestos extraños en su cara para animar a cualquiera....

Pero al final del día.... termina jugando solitario en una mesa... esperando que alguien se siente frente a él y le acepte jugar una mano de carioca.
Marisopas

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