miércoles, 3 de diciembre de 2014

Luna

Se quedó pegado mirando la Luna de nuevo. Era lo mismo todas las noches, excepto cuando llovía. Esperaba a que le empezara a doler el cuello y entraba a casa con una sonrisa en la cara. Llani lo miraba todos los días desde la ventana, mientras él miraba la Luna. No sabía cómo se llamaba ese tierno viejito que repetía todos los días la misma rutina en la calle vacía, a eso de las cuatro de la mañana.

Llani tenía perfectamente claro que no debía estar despierto a esa hora, pero la curiosidad siempre puede más. Todo empezó cuando le vino una de las peores gripes que, en su corta vida, pudo recordar. No pudo dormir una noche entera y conoció unilateralmente al viejito. La duda lo había mantenido pendiente por ya casi tres meses, pero esa noche había decidido averiguar de qué se trataba todo ese asunto.

Al día siguiente, se mantuvo pendiente para ir a encontrarlo cuando fuera a comprar el pan, a eso de las cinco de la tarde. Lo persiguió como una cuadra; la gente grande tiene las piernas más largas, por lo que tuvo que correr para alcanzarlo antes de que pasara de la esquina de la que su madre le permitía salir solo.

- Disculpe señor-, gritó. El viejito sonrió al verlo correr tan desesperadamente y decidió esperar a que lo alcanzara.

- Hola chiquito, ¿qué sucede?- Preguntó inmediatamente.

- Me llamo Llani, vivo al frente de su casa.

- Que nombre tan peculiar - dijo el viejito. Llani puso la misma sonrisa que había acostumbrado poner cada vez que alguien le hacía comentarios de ese tipo. -¿En qué te puedo ayudar?

- Es que quería saber por qué todas las noches usted sale a mirar la luna. –Dijo el pequeño sin preocuparse de lo que el viejito podía pensar respecto de la idea de ser observado constantemente por un niño pequeño. – No entiendo por qué lo hace, pero necesito saber. Es urgente.

- Necesitas saber... - Rió el viejito. –Bueno, si ese es el caso, estoy obligado a contestarte. Lo cierto es que me quedo mirando la luna, porque una vez me dijeron que es ahí donde se van los objetos perdidos cuando son olvidados.

- ¿Y quién le dijo eso? A mí me enseñaron que a la Luna se va la gente mala…

- Bueno, a mí me lo dijeron muchas personas. Y déjame preguntarte algo, ¿Crees que la Luna es hermosa?

- Si po, lo creo; es grande, brillante y está en el cielo, lo cual es lejos lo más bonito que existe.

- Entonces, ¿No crees que es un lugar demasiado hermoso como para que esté lleno de gente mala? A mí me dijeron que a la Luna van los objetos perdidos que son olvidados, porque es una forma de darles una nueva oportunidad.

- Pero entonces ¿por qué la mira tanto? ¿Tiene un objeto perdido por ahí?

- Eso es lo que creo en realidad.

- Pero, disculpe que le diga, no tendría sentido que mirara a la Luna todas las noches solo porque se le perdió algo. Usted mismo lo dijo; a la Luna llegan los objetos perdidos que son olvidados, y si usted sale a mirar todas las noches, es porque claramente no ha olvidado eso que perdió. A lo mejor podría buscarlo en algún otro lugar, pero no en la Luna.

- Nunca lo había pensado de esa forma, lo más probable es que tengas razón Llani. ¿Cuántos años tienes?

- Once

- Eres bastante inteligente para tu edad. –Dijo el viejito acariciándole la cabeza. Llani puso la sonrisa que siempre ponía cuando la gente le decía ese tipo de cosas y luego suspiró.

- Bueno, pensé que miraba a la Luna porque había descubierto una forma de comunicarse con ella. Pero bueno. Al menos ahora sé dónde se van las cosas que pierdo y olvido. Lástima que ya olvidé todas esas cosas que perdí y que ahora están en la Luna. Sino podría soñar con ir a visitarlas alguna vez.

- Sólo porque no recuerdes algo, no quiere decir que no puedas visitarlo. O tal vez esperar que ese algo te visite.

- Caballero, ahí si que no entiendo a qué se refiere. Solo tengo once años. No exagere mi inteligencia, porque mi profesora le dijo a mi mamá que si hacía eso me iba a convertir en un niño ingreído. Que es muy común en los niños que no tienen hermanos, como yo.


- Bueno, espero que nunca te pongas ingreído, eres un chico muy divertido. Tengo que ir a comprar. Vuelve a tu casa antes de que tu mamá empiece a dudar de tu inteligencia.

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