miércoles, 1 de abril de 2009

No me gusta -- Me gusta.



No me gusta comer chicle. No sé por qué. Pero nunca me ha gustado. Detesto el olor, la textura y el ruido que hace al mascarlo también. Lo único que lo salva es la palabra "chicle"; suena bonito. El problema es que me recuerda a todo lo que significa. Todos esos niños haciendo globitos de chicle y dejando parte de éste pegado en sus labios. Una sustancia rosada y de olor extremadamente dulce.

Me gustan los dulces. Eso, sí. Los dulces. Aunque a veces le hagan daño a mi lengua y me duela el paladar. Me gusta la sensación de tener algo tan exquisitamente dulce en mi boca. Y que se vaya haciendo pequeño de a poco. Y morderlo pero sin que se rompa.

No me gusta esta necesidad viciosa que tengo por comerme las uñas. Y no tiene nada que ver con el ser femenina o no. Pero me duele escribir con los dedos mordidos.

Me gusta cuando tengo bolitas de anti estrés para distraerme. Pero, por alguna extraña razón, todas las que tengo mueren accidentadas.

No me gustan las sábanas blancas. Me dan unas ganas tremendas de ensuciarlas pisandolas con mis zapatos sucios.

Me gustan unas que tengo que son verdes. Son mis favoritas. Porque tienen verde y morado. No muchas fábricas de sabanas se atreven a hacer esa mezcla. Pero estas son tan atrevidas que me encantan. Son lejos las mejores que tengo.

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Marisopas

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