sábado, 28 de marzo de 2009

Scott.

No me estaba sintiendo bien, para nada. Fue como un golpe de realidad después de volver a entrar a esa estación de metro tan llena de gente. Tú me mirabas distinto, sé que me entendías, probablemente mejor que yo. Hablamos de algunas cosas, sólo unas cuantas, el resto del tiempo nos distraíamos compartiendo comentarios sobre películas que aún no hemos visto.
Te dije "Me siento un poco mal". Y fue como si usara el mismo significado de 'poco' que tú tienes; 'mucho'.
- Si quieres te presto a mi amigo imaginario, Scott. Aunque tú no lo puedas ver. - Dijiste después de darme un abrazo de despedida.
- Eso sería genial. - Respondí yo, echándo un pie atrás y apoyándome en él.
- Está al lado tuyo. - Dijiste apuntando a mi lado derecho. Sonreí y empecé a caminar en dirección a mi casa, diciéndote adiós con mi mano.

Creo que sigue acá. Y el muy maldito me hizo llorar anoche cuando estaba llevando la ropa a la lavandería. Fue agradable, hace tiempo no lloraba y se me acumulaban las lágrimas en los ojos y eso hace mal... ¿Cómo puedo ver hadas si tengo los ojos todos cubiertos?
Cuando mi mamá me vio me preguntó que me pasaba y yo me encogí de hombros. Me abrazó y me compró una galleta de la fortuna en el restaurant chino de la esquina. Decía; "No existen callejones sin salida; sino que salidas invisibles".

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Marisopas

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