jueves, 5 de marzo de 2009

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- ... Ya, ven. - Dijo su voz rasposa, haciéndome pegar un salto. No lo esperaba ahí.
- ¿Qué? - Dije confundida.
- Pareces autista sentada ahí, y un poco suicida si miras al abismo de esa forma. - Dijo estirando su mano hacia mí. Aún no lograba maquinar en mi cabeza todo lo que el abuelo había hecho para irme a buscar. Estaba sentada en la baranda que da hacia la playa chica, mirando hacia abajo, rodeada de un frío penetrante.
- ¿Cómo supiste que estaba aquí? - Prgeunté con curiosidad. Mi abuelo se rió y apuntó hacia arriba; afinando un poco más mi mirada pude descubrir que desde la casa se veía el lugar donde yo estaba. - Ah... claro...
- Ven. - Dijo tirándome de la mano. - Vamos a caminar.
- Bueno - Dije en realidad sin opción alguna. Pensé que me iba a lanzar un discurso largo y feliz que pudiese animarme, (como solía hacerlo mi abuela), pero en vez de eso, sólo camino y me dejó tomarlo del brazo. Empezaron a caer delgadas gotas de agua desde el cielo y él, como toda respuesta a este estímulo del clima, sonrió. - ¿Por qué miras tanto esos anuncios de venta de terreno, abuelo? - Prgeunté con curiosidad la décima vez que se detuvo a mirar un terreno en venta.
- Para comprarlo.
- ¿Para qué? Si ya tienes una casa...
- Para tí, ¿Cómo te verías viviendo en un lugar como éste? - Rió. Me encongí de hombros.
- No está mal, estoy a tres pasos del paraddero de micro... buen clima, chimenea... nada mal. - Sonreí, probablemente por primera vez desde que volví a la casa.

1 comentario:

JGV dijo...

muy lindo, se parece al tipo de cosas que yo escribiria jajaja, aunque es la primera vez que escribimos sobre algo parecido, eres muy rara ¬¬
no se si sera una historia real o no, pero al menos es un buen cuento :)
cuidate y ojala que hayas llegado bien a santiago, nos vemos algun dia :)

Marisopas

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