jueves, 11 de junio de 2009

Vida

Cuando escapé de tus brazos y caminé entre el frío de la ciudad, sentí que algo resbaló de mis dedos y cayó al suelo, entre mis pies. Busqué por mucho rato, incluso pedí ayuda. Pero creo que de todas formas no lo iba a encontrar de nuevo (no sin tí).

Tus labios susurraron en mi oído, antes de partir:

"No moriste por cansancio... sino que porque viviste demasiado."

Y dejaste caer dos lágrimas silenciosas, al suelo, cerca del lugar donde creí haber perdido ese 'algo'.

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Marisopas

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