Cuando escapé de tus brazos y caminé entre el frío de la ciudad, sentí que algo resbaló de mis dedos y cayó al suelo, entre mis pies. Busqué por mucho rato, incluso pedí ayuda. Pero creo que de todas formas no lo iba a encontrar de nuevo (no sin tí).
Tus labios susurraron en mi oído, antes de partir:
"No moriste por cansancio... sino que porque viviste demasiado."
Y dejaste caer dos lágrimas silenciosas, al suelo, cerca del lugar donde creí haber perdido ese 'algo'.
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